La pieza del fondo
lunes, 15 de septiembre de 2014
martes, 9 de septiembre de 2014
CONFUSIÓN
Hola Claudia, creo que entré siguiendo tus instrucciones, pero la pieza está recontra oscura y no consigo ver el blog. Paciencia, y un beso de tu peor alumna. Elsa
sábado, 9 de agosto de 2014
jueves, 5 de septiembre de 2013
pfffff!!! cuanto polvillo.... mientras que me voy desempolvando les dejo algo: "El mundo prometido a Juanito Laguna"
Juanito solía viajar por la noche, su familia jamás advirtió sobre sus viajes, ya que Juanito era muy precavido.
Él nunca se iba a la cama antes de dejar preparado un bolsito de viaje con lo necesario para la excursión: un espejito, para usar de retrovisor en caso de que alguien quisiera seguirlo; un pullover de lana de llama, ya que solía nevar con frecuencia y más de una vez tuvo que refugiarse entre las ovejas para no sufrir frio; un paquetito de canicas que podía cambiar por chocolates en cualquier esquina; y una bolsita de terciopelo para traer los recuerdos.
Los viajes que Juanito realizaba por las noches a su mundo prometido en sueños, variaban de acuerdo a sus ganas de caminar, volar o simplemente quedarse sentado mirando las estrellas jugar a las escondidas.
En el mundo mágico de Juanito muchas cosas podían pasar, una vez mientras se estaba cobijando del frío vio la sombra de una gran nube esconderse en un granero. Juanito esperó unos minutos y la curiosidad comenzó a zapatear en su vientre. Al entrar, para su sorpresa, se encontró con muchas otras sombras, que le explicaron que se escondían ahí porque no tenían lugar en los mundos perfectos. Y que para ellas los verdaderos mundos perfectos estaban llenos de luces y de sombras y que lo mágico no era la ausencia de sombras si no saber donde se encontraban.
Esa madrugada Juanito volvió a su cama y dejó en la mesita de luz su bolsita de terciopelo donde guardaba un papelito que le recordaba que un mundo sin verdades no podía ser perfecto.
lunes, 5 de agosto de 2013
Un azul para Marte
Aquí va la invitación de Saramago. Un cuento no acabado al que nos desafía terminar. Podemos hacer tantas versiones como nos plazca.
Rubén
"Hoy os voy a contar un cuento que un día tuve la suerte de que me contaran a mí. Un cuento de un lugar que tiene casi, casi de todo. Pero el cuento no está acabado. ¿Por qué no lo acabas tú?" José Saramago
Un Azul para Marte
Anoche hice un viaje a Marte. Pasé allí diez años (si la noche dura en los polos seis meses, no sé por qué no han de caber diez años en una noche marciana) y tomé muchas notas sobre la vida que allí llevan. Me comprometí a no divulgar los secretos de los marcianos, pero voy a faltar a mi palabra. Soy hombre y deseo contribuir, en la medida de mis escasas fuerzas, al progreso de la humanidad a la que enorgullece pertenecer. Este punto es muy, muy importante. Y espero, si algún día los marcianos me vienen a pedir cuentas de mis actos, es decir, del perjuicio cometido, que los no sé cuantos billones de hombres y mujeres que hay en la tierra se apresten, todos, a mi defensa.
En Marte, por ejemplo, cada marciano es responsable de todos los marcianos. No estoy seguro de haber entendido bien qué quiere decir esto, pero mientras estuve allí (y fueron diez años, repito), nunca vi que un marciano se encogiera de hombros. (He de aclarar que los marcianos no tienen hombros, pero seguro que el lector me entiende.) Otra cosa que me gustó en Marte es que no hay guerras. Nunca las hubo. No sé cómo se las arreglan y tampoco ellos supieron explicármelo; quizá porque yo no fui capaz de aclararles qué es una guerra, según los patrones de la tierra.
Hasta cuando les mostré dos animales salvajes luchando (también los hay en Marte), con grandes rugidos y dentelladas siguieron sin entenderlo. A todas mis tentativas de explicación por analogía, respondían que los animales son animales y los marcianos son marcianos. Y desistí. Fue la única vez que casi dudé de la inteligencia de aquella gente.
Con todo, lo que más me desorientó en Marte fue el no saber qué era campo y qué era ciudad. Para un terrestre eso es una experiencia muy desagradable, os lo aseguro. Acaba uno por habituarse, pero se tarda. Al fin, ya no me causaba extrañeza alguna ver un gran hospital o un gran museo o una gran universidad (los marcianos tienen esto, como nosotros) en lugares para mí inesperados. Al principio, cuando yo pedía explicaciones, la respuesta era siempre la misma: el hospital, la universidad, el museo estaban allí porque eran precisos.
Tantas veces me dieron esta respuesta que pensé que mejor sería aceptar con naturalidad, por ejemplo, la existencia de una escuela, con diez profesores marcianos, en un sitio donde solo había un niño, también marciano, claro. No pude callar, desde luego, que me parecía un desperdicio que hubiera diez profesores para un alumno, pero ni así los convencí. Me respondieron que cada profesor enseñaba una asignatura diferente, y que la cosa era lógica.
En Marte les impresionó saber que en la tierra hay siete colores fundamentales de los que se pueden sacar millones de tonos. Allí sólo hay dos: blanco y negro (con todas las gradaciones intermedias), y ellos sospecharon siempre que habría más. Me aseguraron que era lo único que les faltaba para ser completamente felices. Y aunque me hicieron jurar que no hablaría de lo que por allá vi, estoy seguro de que cambiarían todos los secretos de Marte por el proceso de obtener un azul.
Cuando salí de Marte, nadie vino a acompañarme a la puerta. Creo que, en el fondo, no nos hacen caso. Ven de lejos nuestro planeta, pero están muy ocupados con sus propios asuntos. Me dijeron que no pensarán en viajes espaciales hasta que no conozcan todos los colores. Es extraño ¿no? Por mi parte, ahora tengo dudas. Podría llevarles un pedazo de azul (un jirón de cielo o un pedazo de mar), pero ¿y después? Seguro que se nos vienen aquí, y tengo la impresión de que esto no les va a gustar.
Juntada en la pieza del fondo
Hola a todos: Hace casi un mes que no entra nadie a la pieza del fondo. Digo, a la pieza virtual. Ni un telegrama, ni un mensaje en el contestador, ni un papelito por debajo de la puerta. También los blog se llenan de telarañas. La gran simuladora de la vida se las ingenia para que nos olvidemos hasta de mirarnos a los ojos. Bueno, pasaron las vacaciones, está pasando el invierno, nos recuperamos de afecciones, así que lleven escobas y plumeros, algún licor, algún papel escrito por ustedes o por otro y nos juntamos. Retomemos los encuentros.
Rubén
Rubén
miércoles, 10 de julio de 2013
lunes, 24 de junio de 2013
BRUJA
Esa mañana aún estaba oscuro,
pero me gusta ver como el sol se levanta
lentamente por el horizonte, desperezando uno a uno sus rayos. La ruta estaba
calma a esa hora.
Iba tranquilo y relajado,
disfrutando del amanecer. Cuando por fin el sol inundo todo con su luz,
satisfecho, di la vuelta para regresar, pensando que tal vez Mariana ya había
despertado
En el camino de
regreso, descubrí una entrada que no
había visto antes. Era una arcada llena de flores que se extendía por un
sendero que a la vista resultaba muy atrayente. Me detuve preguntándome a que
pertenecería esa entrada, tal vez era algún vivero. La curiosidad fue tanta que
baje a ver. Era ancho y espacioso y prometía tener mucho para ofrecer en su recorrido.
Deje la bicicleta parada a un costado y seguí. Después de recorrer
aproximadamente cincuenta metros, decidí volver. Todo era muy bello pero no
podía seguir, quizá en otro momento podría volver con Mariana y los chicos. Di
la vuelta para regresar, pero lo que vi
a mi espalda me dejo paralizado. Todo el sendero había desaparecido, me volví
nuevamente para seguir, pero tampoco se veía el camino, igualmente se había
borrado hacia uno y otro lado y ahora estaba lleno de árboles inmensos, que
cubrieron el sol, con ramas que caían y un suelo sembrado de hojas Mire en todas las direcciones posibles y sólo
encontré árboles y más árboles. Comencé
a correr hacia el lugar donde creía haber entrado, pero el bosque se hacia
cada vez mas tupido a medida que pretendía
encontrar una salida. En medio de la desesperación que me estaba
invadiendo, recordé la bicicleta, seguramente si seguía caminando la
encontraría. Pero no apareció. Me detuve jadeando. Si lograba ver el sol, podría orientarme y buscar la salida, pero al
mirar hacia arriba todo era una maraña de ramas y hojas que producían densas
sombras y el punto en que más brillaba estaba sobre mí marcando que era el mediodía. Seguí, pero no podía evitar el marearme. Caí
al límite de mis fuerzas y desesperado grite una, y otra, y otra, y otra vez,
hasta quedarme sin voz y sin aliento. Sentí que mi cabeza iba a estallar y trate de calmarme. Alce la vista, pensé que tal vez alguien escuchó mi grito. Me
deje caer al suelo sintiendo que latían mis sienes. Tuve deseos de llorar. Entonces llegue a la conclusión que aquello
debía ser un sueño, estaba dormido, aún
no había despertado aquel domingo y que si me calmaba y cerraba los ojos al
volver a abrirlos estaría en la cama junto a mi mujer y en mi casa. Intente el
ejercicio varias veces y siempre que los abría
me encontraba en medio del bosque, me agarre la cabeza, grite el nombre
de Mariana varias veces llamándola. No podía dejarme vencer, debía seguir
intentando encontrar la salida, me levante y comencé a caminar, me quite el
calzado. Estaba cansado y tenía sed. Caí agotado, con los pies lastimados y
volví a levantarme, hasta que no tuve mas fuerzas y me abandone a la suerte. No
tuve noción del tiempo. Y con un susurro, le pedí a Mariana que me despertara.
Cuando desperté me encontré en
una habitación iluminada apenas por un candil, estaba desnudo, cubierto por
una sábana blanca. Al menos ahora la persona dueña de aquella casa me ayudaría.
Una mujer de cabello oscuro y ondulado se acerco, era joven, de ojos brillosos
como dos diamantes, se veía hermosa y a
la vez maligna, tenia un halo de misterio que la rodeaba y la hacia
irresistible, como un hada negra del bajo mundo
—
Disculpe, estoy aturdido. Necesito volver de inmediato,
mi familia debe estar esperándome
—
No te preocupes. Tu familia ahora soy yo. A partir de
este momento eres mío
Suspire profundo, me sentía débil y enojado por la situación
—
Mire, no se quién es usted, no se donde estoy ni como
llegue aquí, sólo se que debo volver cuanto antes a mi casa
—
Yo soy tu mujer ahora y tu hija y tu madre y tu hogar y
todo tu universo
Se acerco, se sentó sobre mis
piernas y me abrazo suavemente rozando sus labios con los míos, su perfume me
emborracho y ya no supe de mí. Sus manos recorrieron mi torso con suavidad, sus
labios jugaron con los míos y recorrieron mi rostro y mi cuello No se si fue porque estaba débil o
simplemente me hechizó, transportándome a otra dimensión. Y me deje amar, me
deje llevar a un abismo de locura erótica y divina que jamás había vivido. No
se cuanto tiempo estuvimos dando vueltas enredados con las sabanas y a
ratos, libres, por el suelo de la
habitación. Todo era confusión, ella me atraía
hacia su abismo de pasión. No podía huir, no podía desatarme de sus brazos, de
sus piernas, de su amor endemoniado que me enloquecía. Me hizo sufrir y
llorar, me hizo gritar quemándome en su
hoguera de amor. Cuando nuestros cuerpos, sintieron que se consumió el fuego,
ella me abandono. Mi corazón latía enloquecido, y temblaba debilitado. Después
de un momento en que intente recuperarme, me arrastre hacia la puerta. Ella despertó
y me suplico con vos susurrante, — No te vayas…
— Debo irme. Estas equivocada
Me puse de pie, tome el picaporte
y de un tirón la abrí, el bosque ya no
estaba, ahora me encontraba en una cueva oscura e inmensa. La mujer se acercó por detrás e intentó
seducirme nuevamente. Con un salto
traspuse los tres escalones que franqueaban la puerta y caí en un piso frío y
gomoso. Se enfureció, sus ojos se volvieron rojos y su voz sonó gruesa y oscura, me grito
que Mariana tenia todo un mundo a su
alrededor, que ella era quien estaba sola, y que me había elegido para que la acompañara. Pensé que todo
aquello era una locura y levantándome intente correr, pero del suelo comenzaron
a brotar negras raíces que me sujetaron. Luche desesperadamente, y cuando
lograba quitar una, otras me sujetaban, hasta que me inmovilizaron. Seguí
luchando , intente gritar pero me enmudecieron rodeándome el cuello y
amordazando mi boca. Me hundí en una profunda oscuridad, sentía las raíces que me sujetaban. Vi una luz que se acercaba cada
vez mas . Pensé en la muerte y de pronto sentí como la tierra me expulsaba
hacia fuera. Y allí, como un fiel amigo, estaba mi bicicleta. Aún temblando, me
acerque y subí, huyendo enloquecido.
Unos minutos después estaba entrando al garaje
de mi casa. Pase por la cocina donde todos estaban desayunando y trate de
saludar como siempre. Luego pase al baño y me metí bajo la lluvia durante largo
rato para sacarme el recuerdo de aquella insólita locura. No entendía qué había
sucedido ni si había sido real. Pero estaba seguro de no haberlo soñado. Me
jure que no volvería a hacer mis paseos dominicales.
Al domingo siguiente, mi reloj
biológico me despertó a las seis en punto. Después de dudar un momento, me
levante, tome la bicicleta y salí
MARY
OLARIAGA
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