BRUJA
Esa mañana aún estaba oscuro,
pero me gusta ver como el sol se levanta
lentamente por el horizonte, desperezando uno a uno sus rayos. La ruta estaba
calma a esa hora.
Iba tranquilo y relajado,
disfrutando del amanecer. Cuando por fin el sol inundo todo con su luz,
satisfecho, di la vuelta para regresar, pensando que tal vez Mariana ya había
despertado
En el camino de
regreso, descubrí una entrada que no
había visto antes. Era una arcada llena de flores que se extendía por un
sendero que a la vista resultaba muy atrayente. Me detuve preguntándome a que
pertenecería esa entrada, tal vez era algún vivero. La curiosidad fue tanta que
baje a ver. Era ancho y espacioso y prometía tener mucho para ofrecer en su recorrido.
Deje la bicicleta parada a un costado y seguí. Después de recorrer
aproximadamente cincuenta metros, decidí volver. Todo era muy bello pero no
podía seguir, quizá en otro momento podría volver con Mariana y los chicos. Di
la vuelta para regresar, pero lo que vi
a mi espalda me dejo paralizado. Todo el sendero había desaparecido, me volví
nuevamente para seguir, pero tampoco se veía el camino, igualmente se había
borrado hacia uno y otro lado y ahora estaba lleno de árboles inmensos, que
cubrieron el sol, con ramas que caían y un suelo sembrado de hojas Mire en todas las direcciones posibles y sólo
encontré árboles y más árboles. Comencé
a correr hacia el lugar donde creía haber entrado, pero el bosque se hacia
cada vez mas tupido a medida que pretendía
encontrar una salida. En medio de la desesperación que me estaba
invadiendo, recordé la bicicleta, seguramente si seguía caminando la
encontraría. Pero no apareció. Me detuve jadeando. Si lograba ver el sol, podría orientarme y buscar la salida, pero al
mirar hacia arriba todo era una maraña de ramas y hojas que producían densas
sombras y el punto en que más brillaba estaba sobre mí marcando que era el mediodía. Seguí, pero no podía evitar el marearme. Caí
al límite de mis fuerzas y desesperado grite una, y otra, y otra, y otra vez,
hasta quedarme sin voz y sin aliento. Sentí que mi cabeza iba a estallar y trate de calmarme. Alce la vista, pensé que tal vez alguien escuchó mi grito. Me
deje caer al suelo sintiendo que latían mis sienes. Tuve deseos de llorar. Entonces llegue a la conclusión que aquello
debía ser un sueño, estaba dormido, aún
no había despertado aquel domingo y que si me calmaba y cerraba los ojos al
volver a abrirlos estaría en la cama junto a mi mujer y en mi casa. Intente el
ejercicio varias veces y siempre que los abría
me encontraba en medio del bosque, me agarre la cabeza, grite el nombre
de Mariana varias veces llamándola. No podía dejarme vencer, debía seguir
intentando encontrar la salida, me levante y comencé a caminar, me quite el
calzado. Estaba cansado y tenía sed. Caí agotado, con los pies lastimados y
volví a levantarme, hasta que no tuve mas fuerzas y me abandone a la suerte. No
tuve noción del tiempo. Y con un susurro, le pedí a Mariana que me despertara.
Cuando desperté me encontré en
una habitación iluminada apenas por un candil, estaba desnudo, cubierto por
una sábana blanca. Al menos ahora la persona dueña de aquella casa me ayudaría.
Una mujer de cabello oscuro y ondulado se acerco, era joven, de ojos brillosos
como dos diamantes, se veía hermosa y a
la vez maligna, tenia un halo de misterio que la rodeaba y la hacia
irresistible, como un hada negra del bajo mundo
—
Disculpe, estoy aturdido. Necesito volver de inmediato,
mi familia debe estar esperándome
—
No te preocupes. Tu familia ahora soy yo. A partir de
este momento eres mío
Suspire profundo, me sentía débil y enojado por la situación
—
Mire, no se quién es usted, no se donde estoy ni como
llegue aquí, sólo se que debo volver cuanto antes a mi casa
—
Yo soy tu mujer ahora y tu hija y tu madre y tu hogar y
todo tu universo
Se acerco, se sentó sobre mis
piernas y me abrazo suavemente rozando sus labios con los míos, su perfume me
emborracho y ya no supe de mí. Sus manos recorrieron mi torso con suavidad, sus
labios jugaron con los míos y recorrieron mi rostro y mi cuello No se si fue porque estaba débil o
simplemente me hechizó, transportándome a otra dimensión. Y me deje amar, me
deje llevar a un abismo de locura erótica y divina que jamás había vivido. No
se cuanto tiempo estuvimos dando vueltas enredados con las sabanas y a
ratos, libres, por el suelo de la
habitación. Todo era confusión, ella me atraía
hacia su abismo de pasión. No podía huir, no podía desatarme de sus brazos, de
sus piernas, de su amor endemoniado que me enloquecía. Me hizo sufrir y
llorar, me hizo gritar quemándome en su
hoguera de amor. Cuando nuestros cuerpos, sintieron que se consumió el fuego,
ella me abandono. Mi corazón latía enloquecido, y temblaba debilitado. Después
de un momento en que intente recuperarme, me arrastre hacia la puerta. Ella despertó
y me suplico con vos susurrante, — No te vayas…
— Debo irme. Estas equivocada
Me puse de pie, tome el picaporte
y de un tirón la abrí, el bosque ya no
estaba, ahora me encontraba en una cueva oscura e inmensa. La mujer se acercó por detrás e intentó
seducirme nuevamente. Con un salto
traspuse los tres escalones que franqueaban la puerta y caí en un piso frío y
gomoso. Se enfureció, sus ojos se volvieron rojos y su voz sonó gruesa y oscura, me grito
que Mariana tenia todo un mundo a su
alrededor, que ella era quien estaba sola, y que me había elegido para que la acompañara. Pensé que todo
aquello era una locura y levantándome intente correr, pero del suelo comenzaron
a brotar negras raíces que me sujetaron. Luche desesperadamente, y cuando
lograba quitar una, otras me sujetaban, hasta que me inmovilizaron. Seguí
luchando , intente gritar pero me enmudecieron rodeándome el cuello y
amordazando mi boca. Me hundí en una profunda oscuridad, sentía las raíces que me sujetaban. Vi una luz que se acercaba cada
vez mas . Pensé en la muerte y de pronto sentí como la tierra me expulsaba
hacia fuera. Y allí, como un fiel amigo, estaba mi bicicleta. Aún temblando, me
acerque y subí, huyendo enloquecido.
Unos minutos después estaba entrando al garaje
de mi casa. Pase por la cocina donde todos estaban desayunando y trate de
saludar como siempre. Luego pase al baño y me metí bajo la lluvia durante largo
rato para sacarme el recuerdo de aquella insólita locura. No entendía qué había
sucedido ni si había sido real. Pero estaba seguro de no haberlo soñado. Me
jure que no volvería a hacer mis paseos dominicales.
Al domingo siguiente, mi reloj
biológico me despertó a las seis en punto. Después de dudar un momento, me
levante, tome la bicicleta y salí
MARY
OLARIAGA